No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino. (Lucas 12:32)
El motivo por el cual Dios quiere que no tengamos miedo respecto del dinero y los bienes materiales es que de este modo podemos magnificar cinco grandes aspectos acerca de él.
Primero, el hecho de que no temamos demuestra que atesoramos a Dios como nuestro Pastor: «No temáis, manada pequeña». Nosotros somos la manada y él es nuestro Pastor. Si él es nuestro Pastor, entonces se cumple el Salmo 23: «El Señor es mi pastor; nada me faltará», es decir, no me faltará nada que realmente necesite.
Segundo, el que no temamos demuestra que atesoramos a Dios como nuestro Padre. «A vuestro Padre le ha placido daros el reino». No solo somos su manada pequeña, también somos sus hijos y él es nuestro Padre. En verdad él tiene cuidado de nosotros, sabe bien qué necesitamos y se asegurará de que no nos falte nada de lo que necesitamos.
Tercero, el que no temamos demuestra que atesoramos a Dios como Rey. Él puede darnos el «reino» porque él es el Rey. Esto implica que aquel que provee según nuestras necesidades tiene un enorme poder. El término «Pastor» tiene la connotación de protección y provisión; «Padre» implica amor, ternura, autoridad, provisión y guía; y «Rey» connota poder, soberanía y riqueza.
Cuarto, el que no temamos demuestra lo generoso que es Dios. Tengamos en cuenta que él da el reino. No lo vende ni lo alquila. Es infinitamente rico y no necesita ningún pago de nuestra parte. Por lo tanto, Dios es generoso y comparte libremente sus bienes. Es esto lo que magnificamos de él cuando, en lugar de temer, confiamos en que él suplirá nuestras necesidades.
Por último, el que no temamos demuestra que atesoramos a Dios como persona feliz. A él le «place» darnos el reino. Quiere hacerlo y se deleita en ello. No todos nosotros hemos tenido padres así, a quienes los hacía más felices dar que recibir. Sin embargo, esto no es importante, ya que ahora tenemos esa clase de Padre, Pastor y Rey.
Por consiguiente, el mensaje de este versículo es que debemos atesorar a Dios como nuestro Pastor y Padre y Rey que se complace en darnos generosamente su reino: el cielo, vida eterna y gozo, y todo lo que necesitemos para llegar ahí.
Si atesoramos a Dios de esta manera, no tendremos miedo y él será glorificado.